domingo, 10 de agosto de 2008

DIARIO


Hace 20 minutos he llegado a casa sin embargo siento que aún no llego, mi cuerpo sigue caminando por la avenida brasil, buscando consuelo, sólo uno, tenía la mirada pegada a las veredas y no dejaba de atacarme ese pensamiento sobre las personas que van caminando por la vida y las calles mirando el suelo; el mirar hacia abajo es querer subconscientemente caer y dejarse arrastrar por la vorágine depresiva que por estas épocas corroe el alma. Me pregunto si es eso o es la terrible falta de dinero la que me obliga a ir buscando en las veredas, pistas, asientos de kombi, un poco de sencillo para apadrinar mi vida que por momentos se torna miserable. O tal vez son las ganas de surcar mis mejillas con lágrimas aguantadas por la impotencia de no poder solucionar nada y que nadie me vea?
Tengo los pies helados, como unos cubitos de hielo, me acuerdo de la escena en la película “la vida sin mi” cuando Don llega del trabajo y se mete a la cama con su mujer, se percata de los "cubitos de hielo" de Sarah Polley y procede a sobarle los pies para que se calienten.
Hoy nadie me sobará los pies…tienen callos y son deformes, me pregunto cómo se verán cuando tengan 20 años mas?
Después de una semana sin tomar mis ansiolíticos noté una repentina subidita de peso; pequeños rollitos sobresaliendo de mi pantalón cuete me decían: “nosotros somos lo que comemos”, mis ojos desorbitados mirando mi cuerpo reflejado en el ascensor. Después de una semana sin tomar las pepas las grasas han ganado una pequeña batalla en esta guerra: el terreno incierto de la anorexia, pero es sólo una batalla. Hoy mis amigas llamadas “mesura”, con altas dosis de sibutramina, me han acompañado en la faena de lidiar contra el hambre y, sobre todo, la ansiedad, lo malo es que por tratarse de un seudo primer día la droga hizo temblar de dolor todo mi cuerpo, le clavó espinas en mis brazos que sentían debilidad ante cualquier movimiento, mis energías decayeron precipitadamente por la tarde y para cuando llegó korki a la casa verde mi vida ya había recorrido en traveling por mi cerebro: me sentía un homeless al que le faltaba su tacho de metal para hacer fuego en las noches bajo cero, osea, me faltaba una dosis de grasa, de dulce, de cochinadita…
Mandé a Juan de Dios al Delicass, bastión de blancos en mundo de indios, a que me compre un cachitou de mantequilla, nat king cole estaría orgulloso de mi, deboré el cachito entre miradas enamoradas y desparramadas en los puf de la zona de niños y sorbos impacientes de coca kola. Sentí que mis estados de ánimo se ponían de acuerdo para no aparecer como una demente. Gracias bendita grasa!