martes, 7 de octubre de 2008

ERAN PARA EL ESTOMAGO


Caminaba presuroso sobre la avenida brasil, tuvo que contener la respiración cuando pasó debajo del puente de la marina y pershing. Ese puente era guarida de locos, putas, orines y cerros multicolores de basura. Era 1992 y el orden municipal solo existía para los sanisidrinos. En magdalena y pueblo libre había que lucharla y la forma de hacerlo, a sus once años, era correr debajo del pestilente puente aguantando la respiración. Vicky Hunstock le había dicho por teléfono que tenía muchas pastillas en la gaveta de su baño y que si quería matarse debía ir por ellas. Mientras se dirigía a la casa-pastillas, pasó por el templo que los domingos solia escupir evangelistas, vendedores de la fe al peso pensó. Apresuró el paso, sentía fuego en sus pantorrillas, le gustaba el autoinfligirse pequeños castigos que los tomaba como retos que debía superar. Ya se encontraba en el ovalo, vió el colegio perpetuo socorro y pensó en su prima que había estudiado ahí. Dónde estaría Jackie?, recordó que la mamá de su prima estaba mas loca que él. Él era una loca? se preguntaba mientras veía las ventanas redondas del colegio, quién demonios podía hacer esas ventanas hermosas? Él siempre quiso vivir en una casa con ventanas redondas y balcones, pero eso ya no iba a poder ser. Llegó a la casa de su amiga Vicky, la conocía desde que ingresó al colegio pero hacía dos años que recién era su amiga. Tocó el timbre y un tío con bigotes, muy colorado él, le abrió la puerta, luego pensaría, mientras subía las escaleras, que ese tío era un pedófilo a cabalidad. Vicky estaba en su cuarto y ya tenía sobre la mesa de noche una bolsa llena de pastillas, "son para dormir" le dijo mientras se las daba. Al salir de la casa él ya no podía más, se moría de la impaciencia por llegar y tomárselas todas. Grande fue su sopresa cuando al abrir la bolsa, ya en la humedad de su habitación antigua, ensombrecida por los árboles de pacae del jardín, solo encontró pastillas para el dolor de estómago. Se las tomó de todos modos, el drama de sus once años hizo que las tomara con lágrimas en los ojos. Al día siguiente despertó, al ver sus manos y su cuerpo entero empezó el llanto, sus padres, preocupados por sus gritos, le preguntaron qué le pasaba, pero él sólo decía: "eran para el estómago, eran para el estómago, eran para el estómago".