viernes, 18 de julio de 2008

Globos ochenteros



He pasado con nostalgia las páginas del álbum de fotos de mi infancia y he descubierto una increíble semejanza entre mis ojos de infante y los del hámster de Matías, esos minúsculos agujeros negros, que asemejan botones pegados a los muñecos más hilarantes que la piratería peruana pueda crear, reflejan el nihilismo puro que a los 5 meses de edad gocé.



Al igual que el hámster, mis ojos no proyectaban nada, ni siquiera el brillo inicial que emana de la vida prematura de un ser, no había nada mas que dos puntos negros pidiendo ansiosamente una miserable gota de leche materna. A pesar que mi madre se empeña en improvisar frases llenas de melcocha, sin sentido alguno para el hámster, el pobre animal yace dentro de un cubículo de plástico esperando una ración más de alimento que le permita sobrevivir, sus ojos no me dicen nada, será acaso que su creación fue determinada por algún solitario científico de laboratorio? Hace eco en mi mente una frase dicha por un amigo a raíz de mi tristeza por la vida enclaustrada del hámster: “ay!...la soledad humana!”